De Ezpeleta a la ONU: Eva Mieri, una militante que llevó la voz de los perseguidos políticos a la ONU
- Nahuel Hidalgo

- 26 jul
- 2 Min. de lectura
Hay momentos en la historia donde la política se eleva. No por espectáculo ni por marketing, sino por la potencia ética de una acción que rompe el cerco del silencio. Eso ocurrió esta semana cuando Eva Mieri, concejala de Quilmes, viajó a Ginebra en representación de la intendenta Mayra Mendoza, para participar del foro “Gobiernos locales por los derechos humanos” en la sede de la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
Invitada por el Alto Comisionado de Derechos Humanos (ACNUDH) y la red Ciudades y Gobiernos Locales Unidos (CGLU), Eva compartió con autoridades locales y organismos internacionales las políticas que se implementan en Quilmes en materia de salud, educación, cultura y derechos humanos. Pero también hizo algo más valiente: denunció ante el mundo la persecución política que sufre el campo popular en la Argentina de Javier Milei.
En su intervención, expresó con claridad la preocupación por el aumento de la violencia estatal, la criminalización de la protesta y el avance del lawfare como herramienta para condicionar a la oposición. Mencionó el caso emblemático de Cristina Fernández de Kirchner, quien se encuentra —como ella misma planteó— ilegitimamente proscripta, en un contexto donde el poder judicial actúa más como brazo operativo del Ejecutivo que como garante del Estado de Derecho.
Un foro que incomoda al poder
La presencia de una dirigente del conurbano bonaerense en el corazón institucional de Naciones Unidas no es un hecho menor. En un escenario global cada vez más convulsionado por el avance de discursos autoritarios, los gobiernos locales son clave para sostener políticas de inclusión y protección de derechos.
Por eso, cuando una representante de una ciudad como Quilmes —con historia de lucha, organización y militancia— denuncia públicamente los atropellos que ocurren en su país, pone en evidencia la distancia entre el relato oficial y la realidad que vive el pueblo argentino.
El gobierno de Milei, que se autodefine como libertario, no soporta la disidencia. Persigue, aprieta, encarcela. Y cuenta con la complicidad de medios concentrados que construyen sentido para justificar el ajuste y estigmatizar a quienes resisten. En ese contexto, tomar la palabra en una asamblea internacional es también un acto de resistencia.
Eva, la negra de Ezpeleta
Pero detrás de la funcionaria, está la militante. La que camina las calles de Ezpeleta desde hace años, escuchando, organizando, bancando. La que cree que los derechos no se heredan ni se compran, sino que se conquistan, se defienden y se construyen en comunidad.
Que una mujer del sur del conurbano llegue a hablar en nombre de los perseguidos en un foro global no es un privilegio: es el resultado de una lucha colectiva, de una identidad política que no claudica y de una convicción que no se negocia.
Eva Mieri no fue a buscar medallas. Fue a poner blanco sobre negro: en Argentina hay persecución, hay proscripción, y hay un pueblo que no se rinde. En tiempos de oscuridad, su voz fue faro. Y como cada militante que se forma en la calle y no en un set de los grandes medios, nos recordó que hay que seguir construyendo esperanza, justicia social y democracia con los pies en la tierra y la mirada en el horizonte.







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