De un cuerpo sin alma, al despertar de una generación
- Redacción
- 14 jun
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Por Jesús Pessi

La historia argentina está llena de hechos y acciones inesperadas que cambian para siempre el rumbo de una época. La militancia peronista —y la sociedad en general—, después de 2015, vivía en una inercia de desesperanza, sintiendo que nada iba a cambiar. La rebeldía había pasado a manos de esos jóvenes que, muchos de ellos, en el pasado, habían sufrido bullying en su infancia y adolescencia. Y ahora habían encontrado un canal de odio que los llevó a ser, sin esperarlo, los rebeldes y los “chicos malos” de esta época.
Lo roto había triunfado, y reinaba la desesperanza y la inercia de que, pasara lo que pasara, nada cambiaría. Pasamos del "¡que se vayan todos!" al "no me importa ninguno, no voy a votar".
Mientras tanto, el peronismo se ahogaba en internas personalistas y egos lejanos al pueblo, sin comprenderlo ni representarlo, habiendo perdido toda identidad entre 2019 y 2023. Hasta aquí, solo se sentía nostalgia de lo que fuimos, y la sensación de que estábamos muy lejos de volver a serlo.
Pero la historia siempre juega su propio partido.
El poder real reinante, al fin sin oposición, con una batalla cultural ganada y casi sin resistencia, quiso hacer una jugada a dos bandas: por un lado, terminar con "ellos", lo que creían que era el pasado; y por otro, mostrarle al títere que habían puesto en el poder quién manda realmente. Una jugada, sin lugar a dudas, para disciplinar a cualquiera que intentara enfrentarlos o tocar sus intereses.
Hoy estamos aquí, a punto de vivir, una vez más, nuestro supuesto final: el fin del peronismo.
Pero para nosotros, los peronistas, nada fue fácil. Nacimos de esos invisibles de la Patria que llenaron la plaza para defender los derechos que les habían sido negados durante tanto tiempo, y que no querían volver a perder. Tantas veces nos dieron por muertos, tantas veces hablaron de nuestra supuesta defunción... Pero somos el sentir inevitable de las causas del pueblo, y siempre volvimos.
La historia golpea ahora nuestra puerta. La de una generación que, espero, esté a la altura. Que sepa ser, y que sepa trascender a uno mismo.
Y de este renacer, que solo busca la felicidad del pueblo y la grandeza de la Patria, seamos cientos de miles escribiendo, una vez más, la historia.
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