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El Congreso sin quórum. La policía reprimiendo a jubilados. Y el gobierno festejando que no se trate nada

  • Foto del escritor: Nahuel Hidalgo
    Nahuel Hidalgo
  • 21 may
  • 2 Min. de lectura

Este martes, la Cámara de Diputados volvió a dejar en evidencia el divorcio entre la política institucional y las necesidades urgentes del pueblo. Mientras dentro del recinto no se alcanzaba el quórum para debatir un aumento de emergencia a las jubilaciones, la continuidad de la moratoria previsional y la declaración de emergencia por el temporal, en la calle, la policía reprimía a los jubilados que se manifestaban pacíficamente exigiendo lo que les corresponde: vivir con dignidad.



Se necesitaban 129 diputados presentes. Solo llegaron a 124. El oficialismo, con la ayuda de algunos aliados provinciales, decidió dejar vacías sus bancas y mirar para otro lado. Javier Milei festejó la caída de la sesión y, al mismo tiempo, preparaba un anuncio de blanqueo exprés para que quienes evaden puedan mover sus dólares en paz. Para los jubilados: ni aumento, ni moratoria. Para los que fugan capitales: beneficios.



En paralelo, afuera del Congreso, la realidad pegaba más fuerte. Jubilados, en su mayoría mujeres y hombres mayores, fueron reprimidos por las fuerzas represivas de Patricia Bullrich Hubo empujones, golpes, gases y hasta forcejeos con bastones de por medio. ¿El delito? Pedir que los escuchen.


“El Congreso está cerrado para los que más lo necesitan y abierto para blindar al gobierno”, denunció Germán Martínez, jefe del bloque de Unión por la Patria, al terminar la sesión frustrada. No solo se perdió la oportunidad de dar una respuesta legislativa a más de un millón de personas que esperan una jubilación proporcional: también se dejó en claro que la calle no tiene derecho a protestar si no está alineada al ajuste.


Mientras los que gobiernan protegen intereses financieros y callan frente al hambre, los que trabajaron toda su vida reciben palazos por pedir lo mínimo. El contraste es brutal. Y duele. Pero no sorprende. Porque en esta Argentina del revés, las sesiones se caen y los viejos se caen también… pero a golpes.

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