El nuevo Braden no debe ni pisar la Argentina
- Redacción

- 26 jul
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Por Adolfo Aguirre -Secretario de Relaciones Internacionales de la CTA-Autónoma y Coordinador Nacional de la CNTI
Las recientes declaraciones de Peter Lamelas suenan a esa vieja música que ya escuchamos demasiadas veces. Sus palabras contra la Argentina no solo destilan desprecio por nuestra soberanía, sino que revelan una postura injerencista inaceptable.
Lamelas, nominado por Donald Trump para ser embajador en la Argentina, no es el primero ni será el último en actuar como si tuviera algún tipo de superioridad racial, pretendiendo dictar el rumbo que debemos seguir, que indefectiblemente siempre es: ser satélite de los intereses de los Estados Unidos.
En 1946 fue Spruille Braden, embajador de los Estados Unidos, quien quiso frenar al peronismo naciente porque buscaba la justicia social, la independencia económica y la soberanía política. Se entrometió en nuestras elecciones, financió a los opositores y redactó el infame “Libro Azul”, un panfleto imperial para atacar a Juan Domingo Perón. Ante la disyuntiva “Braden o Perón”, el pueblo eligió el camino de la dignidad nacional.
Hoy, lo de Lamelas —actuando como virrey, como interventor— no es distinto. Sus declaraciones no tienen otro objetivo que condicionar nuestras políticas, destruir el tejido estatal e industrial, y garantizar el soporte al ajuste brutal de la tiranía de Javier Milei, para favorecer a los grandes capitales y reforzar así el sometimiento económico.
Lamelas, al igual que Milei, quiere destruir el sistema político argentino, esa red que permite un Estado fuerte, presente y al servicio del pueblo, para reemplazarlo por uno minúsculo y parasitario, al servicio de los buitres locales y extranjeros.
Y como si la historia no hablara lo suficiente, en este 2025 se cumplen 20 años del mítico «No al ALCA», cuando en Mar del Plata los pueblos de América Latina —con el protagonismo de Néstor Kirchner, Hugo Chávez y Lula Da Silva— le dijeron NO al intento de convertir al continente en un mercado cautivo para las corporaciones estadounidenses. Fue un acto de rebelión soberana, de integración regional y de dignidad política.
Aquel momento histórico en la historia de Nuestra América —como la llamó José Martí— fue la reafirmación de que no estamos dispuestos a ser el patio trasero de nadie. Y aunque Trump pretenda crear su propio corolario brutal e indecente de la Doctrina Monroe —ese infame instrumento imperial con más de dos siglos de existencia, en cuyo nombre se cometieron actos atroces—, está caduco.
Desde el sindicalismo argentino, no aceptamos recetas dictadas por intereses extranjeros.
Rechazamos cualquier injerencia que pretenda tutelarnos como si fuéramos una colonia. Sabemos que cada vez que nos endeudaron, cada vez que nos impusieron planes de ajuste, fue con el aplauso de esos mismos personajes, con la complicidad de las parasitarias burguesías locales y de gobiernos títeres como el de Milei, el de Menem o las dictaduras cívico-militares: los mismos que hoy apalean a nuestro pueblo cuando protesta ante la entrega de la Patria.
Por eso, les decimos a Lamelas y a su jefe Trump que somos un pueblo con historia, con memoria y con una clase trabajadora organizada que no se arrodilla, que representa un Poder Sindical que defenderá a la Patria.
Y como en 1946, como en 2005, hoy volvemos a elegir soberanía. Braden ayer, Lamelas hoy: el nombre cambia, pero el enemigo es el mismo.






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