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"Los ojos del Papa miraron los míos de asesino. Y fui salvado"

  • Foto del escritor: Redacción
    Redacción
  • 24 abr
  • 1 Min. de lectura

Cristiano Valanzano tenía 19 años cuando cometió un crimen que lo marcaría para siempre: durante un intento de robo, mató a un hombre. Fue condenado a 23 años de prisión y pasó una década encerrado en la cárcel de Opera, en las afueras de Milán.

Durante su tiempo en prisión, participó en un proyecto especial llamado El sentido del pan, donde junto a otros detenidos elaboraban hostias para las parroquias de todo el mundo. Esta actividad se convirtió en una oportunidad de reflexión y transformación para él.


En abril de 2016, Cristiano vivió un momento que cambiaría su vida: fue recibido por el Papa Francisco en la Plaza de San Pedro. Junto a otros dos reclusos, entregaron personalmente al Pontífice 12.000 hostias elaboradas en la cárcel. En ese encuentro, recuerda Cristiano, sintió algo único:

“Los ojos de Francisco miraron los míos de asesino. Y fui salvado”.

Ese gesto de cercanía, de humanidad, de perdón, lo conmovió profundamente. Fue un punto de inflexión. Desde entonces, dice, empezó a construir una vida diferente.


Hoy, con 38 años, Cristiano vive en libertad condicional. Durante el día trabaja, y por la noche regresa a su casa. Sabe que no puede cambiar lo que hizo, pero cree que ha encontrado un camino de redención. "No se puede borrar el pasado", admite, "pero se puede elegir no repetirlo".


Su testimonio es una historia de dolor, culpa, fe y posibilidad de cambio. Y también, una muestra del mensaje que el Papa Francisco busca transmitir al mundo: todos merecen una segunda oportunidad.

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