Violencia en París tras el triunfo del PSG, entre la fiesta y la fractura social
- Redacción
- 1 jun
- 3 Min. de lectura
París ardió la noche que debía ser histórica. El Paris Saint-Germain (PSG) conquistó su primera Champions League, pero las imágenes que recorrieron el mundo no fueron solo las de Mbappé levantando el trofeo, sino las de autos incendiados, jóvenes enfrentando a la policía y dos vidas perdidas en medio de una celebración convertida en caos.

¿Qué ocurre cuando el fútbol, ese deporte que alguna vez fue símbolo de comunidad, se convierte en terreno de violencia? ¿Por qué sectores populares canalizan su furia en noches que, en teoría, deberían ser de alegría nacional? Para entenderlo, conversamos con Aurélie Donard, socióloga especializada en juventud urbana y conflictos sociales, egresada de la Université Savoie Mont Blanc (USMB), quien vive en Annecy pero sigue de cerca los fenómenos de París.
“No fue violencia espontánea, fue una expresión social”
“Lo que pasó en París no puede analizarse simplemente como vandalismo o delincuencia juvenil”, comienza Donard. “Lo que vimos fue una expresión de una fractura social profunda. La juventud de las banlieues —los suburbios periféricos— no se ve representada en este triunfo. El PSG no es el club del pueblo, es el club del poder económico. Es una victoria ajena”.
Para la especialista, la violencia está ritualizada. “Ya no sorprende que haya disturbios tras un evento deportivo. Es un patrón que se repite. Las calles se convierten en escenario simbólico de una confrontación que va más allá del deporte: es contra el Estado, contra la policía, contra el sistema que los margina”.
De la fiesta al estallido: 5.400 policías, 563 detenidos y más de 690 incendios
Las cifras son escalofriantes: dos personas fallecidas, más de 190 heridos, 563 detenidos y cientos de incendios. Ni siquiera los Campos Elíseos —custodiados por 5.400 agentes— se salvaron del caos. ¿Pero qué hay detrás de esa furia desatada?
“La sensación de exclusión es estructural”, explica Donard. “En las banlieues hay desempleo, racismo institucional, controles policiales permanentes. Cuando aparece una instancia masiva —como el fútbol—, se convierte en un espejo que muestra lo lejos que están esos jóvenes del centro, tanto en términos geográficos como simbólicos”.
Un fútbol que no los incluye
Donard no habla solo del deporte, sino del negocio detrás del espectáculo. “El PSG representa una élite globalizada. Tiene capitales qataríes, jugadores multimillonarios y una identidad alejada del arraigo barrial. Para muchos jóvenes, ver al PSG levantar la copa no significa sentirse parte de la historia. Al contrario: acentúa la idea de que el éxito les está vedado”.
¿No hay acaso una contradicción allí? Los ídolos del PSG —Mbappé, Dembélé— provienen justamente de esos barrios populares.
“Claro, pero son excepciones que confirman la regla. Son ejemplos que a veces motivan, pero también frustran. Porque la regla general es que si nacés en la banlieue, no salís. No conseguís trabajo digno, no accedés a una buena educación, vivís estigmatizado. El éxito de unos pocos no tapa el abandono sistemático del resto.”
Redes, visibilidad y la búsqueda de pertenencia
El caos también tuvo su lógica digital. Los disturbios fueron registrados y viralizados por los propios protagonistas. “Hoy muchos jóvenes construyen su identidad en redes. Ser parte del caos te da visibilidad, estatus. Grabar un enfrentamiento o prender fuego un contenedor no es solo un acto de violencia: es una forma de decir ‘aquí estoy’, cuando el sistema te hace sentir invisible”, dice Donard.
Francia rota: el problema no es el fútbol
Al cerrar la entrevista, Aurélie Donard es tajante: “No es el fútbol el problema. Es la exclusión, la desigualdad, la discriminación racial y la ruptura de los vínculos sociales. El PSG ganó, pero Francia perdió la oportunidad de demostrar que el deporte aún puede unir”.
Las calles hablan
Lo ocurrido en París tras el triunfo del PSG nos obliga a pensar: ¿qué tipo de país construimos si las celebraciones populares se convierten en trincheras? ¿Qué responsabilidad tienen los clubes, los gobiernos, los medios, en el relato que ofrecen a los sectores que no se sienten parte de ese país?
Las calles no hablan por sí solas. Pero cuando arden, nos están diciendo que hay algo que no estamos escuchando.
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