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El Cervecero no puede más seguir así

  • Foto del escritor: Conurbano Profundo
    Conurbano Profundo
  • 16 ago
  • 2 Min. de lectura

Quilmes Atlético Club, histórico protagonista del fútbol argentino, vive atrapado en un ciclo que parece no tener fin: técnicos que entran y salen a un ritmo vertiginoso, conflictos internos que se ventilan a los pocos días y un equipo que, lejos de pelear por el ascenso, se aferra con uñas y dientes a la permanencia en la Primera Nacional.


La raíz del problema no está solo en el rendimiento futbolístico, sino en una estructura política y deportiva desordenada que privilegia el cortoplacismo sobre el proyecto. La Comisión Directiva escucha más el murmullo de los pasillos y el vestuario que el clamor de la tribuna. Los jugadores —sobre todo los referentes— se sienten con margen para influir en el destino de los técnicos, sabiendo que la dirigencia teme más al conflicto interno que a la falta de resultados.


En un club que históricamente supo imponerse en las canchas y que carga con la presión de su gente, esta dinámica es letal. Un DT que no logra resultados inmediatos es reemplazado sin contemplar el trabajo a largo plazo; un jugador que se incomoda con un esquema táctico encuentra aliados para mover piezas en el tablero. Y así, temporada tras temporada, el “Cervecero” va perdiendo no solo partidos, sino identidad.


Para romper este círculo vicioso, Quilmes necesita un proyecto deportivo blindado, con un manager que tome decisiones futbolísticas y que respalde al entrenador incluso en momentos de tormenta. Debe recuperar la autoridad del cuerpo técnico, profesionalizar la gestión dirigencial y construir un vínculo con la hinchada basado en procesos, no en urgencias.


Quilmes no es un club chico. Su historia y su gente merecen algo más que una pelea por la permanencia. El “Cervecero” necesita volver a ser un equipo serio, respetado y competitivo. Y para eso, hay que aceptar que no se puede seguir así.

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