Espert cruzó todos los límites: la política no puede ser una cloaca de odio
- Nahuel Hidalgo

- 11 jun
- 2 Min. de lectura
Por Nahuel Hidalgo
Lo que José Luis Espert hizo en la UCA no es una anécdota. No es una simple “provocación” ni una torpeza discursiva. Es un hecho grave. Una agresión directa, misógina y cobarde que deshonra el rol que ocupa como diputado nacional. Lo que hizo Espert fue vomitar odio, y hacerlo desde un escenario académico es una señal de alarma que no podemos ignorar.

En pleno Congreso Internacional de Comunicación Política, con estudiantes, docentes y referentes presentes, eligió repetir un viejo tuit en el que llama a Florencia Kirchner “hija de una gran puta”. Lo dijo con total impunidad, con la soberbia de quien cree que la violencia es una herramienta legítima para hacer política. Y no contento con eso, redobló la apuesta llamando “chorra” a Cristina Kirchner y burlándose del público que lo repudió.
La escena es clara: Espert insultando, el auditorio dividido, la seguridad escoltándolo por una puerta lateral. ¿Esto es lo que queremos como representación legislativa? ¿Esto es lo que algunos llaman libertad de expresión? No. Esto es violencia política. Violencia simbólica. Violencia machista.
Florencia Kirchner no ocupa cargos públicos, no es candidata, no forma parte activa del debate político. Pero incluso si lo fuera, nada justifica el agravio personal ni la violencia verbal. Espert no critica ideas ni gestiones: ataca con odio y misoginia a una mujer que ha sido víctima sistemática del ensañamiento público. Usar su nombre como instrumento de burla o provocación es sencillamente asqueroso.
Y la reacción de la UCA estuvo a la altura: repudió con firmeza las expresiones de Espert, aclarando que no lo invitaron y que sus palabras “matan la fraternidad, la tolerancia y el respeto”. Porque eso es lo que hacen estos discursos: matan lo que nos sostiene como sociedad democrática.
Espert no representa una disidencia valiente. Representa la podredumbre del discurso político cuando se vacía de ideas y se llena de odio. Lo suyo no es ni libertad ni coraje: es violencia disfrazada de frontalidad. Y si no se lo frena, si se naturaliza, si se ríe, si se deja pasar, entonces vamos camino a legitimar el peor costado de la política: el que grita, insulta y destruye.
Desde ADN Nacional decimos basta. La política no puede ser una cloaca. No puede permitir que un legislador insulte a mujeres por su apellido, por su género o por sus ideas. No podemos permitir que el Congreso sea un refugio para los violentos.
Nos solidarizamos profundamente con Florencia Kirchner, víctima reiterada de una violencia mediática y política que ningún ser humano debería soportar. Nuestra democracia será más fuerte cuando el respeto y la empatía se impongan al odio y la crueldad. Y eso empieza con no callar ante el agravio.
Porque cuando la palabra pierde dignidad, la democracia pierde sentido.






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