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Entre decepción y deseo: un análisis de la política y la cultura contemporánea en Argentina

  • Foto del escritor: Conurbano Profundo
    Conurbano Profundo
  • 27 oct
  • 2 Min. de lectura

Por Nahuel Hidalgo, La 20 de Noviembre - Quilmes


Desde una perspectiva sociológica, las elecciones recientes en Argentina muestran un fenómeno doble: por un lado, una decepción electoral evidente, con un alto ausentismo y un comportamiento volátil del electorado; por otro, un cambio cultural profundo en la manera en que la población, y particularmente la juventud, concibe sus metas y su relación con la política.

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En el plano político inmediato, se observa que fuerzas como Fuerza Patria han perdido apoyos en distritos donde antes habían triunfado, mientras que La Libertad Avanza consolidó votantes incluso frente a derrotas anteriores. Esto no se explica únicamente por la gestión de los partidos o por medidas coyunturales, sino también por la estructura del sistema electoral, que tiende a invisibilizar a quienes no votan y a otorgar mayor peso relativo a la participación activa. El resultado es que los votos ausentes, que representan una porción significativa del padrón, constituyen un actor político silencioso pero determinante, reflejo de la desconexión entre las demandas sociales y la respuesta institucional.


Desde la perspectiva cultural y generacional, se aprecia un desplazamiento en los valores y aspiraciones de la juventud. Tradicionalmente, el ideal de vida incluía estabilidad material, familia, vivienda propia y comunidad local. Hoy, en cambio, predominan metas más inmediatas y centradas en la experiencia individual: movilidad, entretenimiento, autonomía personal y consumo simbólico. Este cambio no es necesariamente causado por la precarización económica o la inflación, sino que es resultado de transformaciones culturales y tecnológicas: la exposición permanente a modelos globalizados de éxito, la circulación de información mediada por redes sociales y algoritmos, y la influencia de narrativas que promueven la competencia y la autoexpresión por encima de la solidaridad.


Se puede observar, además, que este individualismo contemporáneo no surge de manera espontánea: es promovido y sostenido por instituciones económicas, culturales y mediáticas que moldean las subjetividades, estableciendo como norma la meritocracia y la autonomía absoluta. La política, en este contexto, no siempre logra conectar con estos nuevos marcos de referencia; los discursos tradicionales basados en pertenencia partidaria, ideología o historia colectiva pierden eficacia frente a narrativas que apelan a emociones inmediatas, símbolos personales y temores individuales.


Finalmente, la interacción entre política y cultura se refleja en comportamientos complejos: el voto emocional, el ausentismo, la fragmentación del electorado y la volatilidad juvenil no pueden comprenderse únicamente desde un análisis político o económico. Son, al mismo tiempo, manifestaciones de estructuras institucionales, procesos históricos y mutaciones culturales y tecnológicas. La juventud que participa y la que se abstiene, la fuerza que gana y la que pierde, forman parte de un mismo fenómeno: una sociedad en transición donde la relación entre individuo, colectivo y Estado se está redefiniendo.


En suma, el escenario argentino reciente se caracteriza por la coexistencia de un desencanto político tangible y un cambio cultural profundo, que exige ser interpretado en clave amplia: como un proceso social donde la política, la economía, la tecnología y la subjetividad interactúan para configurar nuevos patrones de participación, deseo y sentido colectivo.

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