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Juventud, educación e ilustración: Acerca de la situación actual de los jóvenes en la República Argentina.

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    Redacción
  • 12 abr
  • 6 Min. de lectura

Actualizado: 13 abr

Por Leonel Russier


En el eco de nuestra sociedad resulta un síntoma grave, una patología que se transmite de sujeto a sujeto. Hay varios problemas en su estructura y en los sujetos. Kant, en la Fundamentación de la metafísica de las costumbres , hablaba acerca de un principio universal que era el deber y la postulación de una ley universal: el imperativo categórico: “Obra de modo tal que la máxima de tu voluntad pueda valer como ley universal”.

El meollo del asunto es el siguiente: la postulación de una ley universal que está basada en la razón universal.



El lector de este artículo tiene pleno derecho a preguntarse: ¿De qué sirve hablar sobre Kant y su imperativo moral? Responderé lo siguiente: porque estas son las ideas que subyacen dentro de la superestructura (obviamente, hablando en términos marxistas).


Yo, personalmente, como estudiante de filosofía y ciudadano, intento moverme hacia otra dirección, una nunca explorada por mis antecesores. Creo, personalmente, que el objetivo de la Ilustración en Kant, que versaba sobre salir de la minoría de edad y despojarse de los tutores (como la Iglesia y otros tipos de autoridad epistémica) para que el sujeto sea autónomo —darse a sí mismo la ley y servirse de su propia facultad racional—, quizás era un objetivo loable. Como dice Kant: “¡Sapere Aude!”.


Sin embargo, esto suena bonito, pero en la realidad nunca se ha cumplido. El filósofo se ha librado de las ideas platónicas, de Dios y de diversos tipos de paradigmas; no obstante, se ha puesto un nuevo grillete: la economía.


Primero, debo aclarar varios puntos: no considero válida, en la práctica, la utilización de la ley universal, ya que cada pueblo tiene sus propias costumbres. Esto ya lo había señalado Protágoras; por lo tanto, no son lo mismo las costumbres en Quilmes que en Tokio.


Otro punto que me preocupa es el peligro de un gobierno mundial, como el Estado cosmopolita kantiano. Considere que esto podría generar aún más desigualdad en el mundo.

Y, por último, Nietzsche, con su concepto de transvaloración, nos ha señalado con claridad un problema filosófico clave: a lo largo de la historia de la humanidad, los valores van mutando y cambiando de máscara.


Por último, la gran aclaración que debo hacer: no voy a profundizar en mi noción de verdad, porque esto trasciende esta nota. Sin embargo, me veo obligado a decir que las costumbres de los pueblos son respetables, ya que en torno a los hábitos, las leyes y la ética se generan por pactos, y obviamente es convencional. El propio ser humano, en sociedad, decide los signos de conductas válidas para una determinada cultura.


Obviamente, excepto a los regímenes políticos totalitarios, porque este tipo de asunto merece otra clase de tratamiento. En una dictadura no hay conversiones ni debates. Me refiero específicamente, en el seno de una sociedad democrática y representativa.

Por lo tanto, es clave para este análisis la separación entre ética y política, a fin de que el objeto de estudio resulte más claro.


Esta introducción nos sirve para aclarar la situación actual que vive la humanidad y, más específicamente, mi objeto de reflexión: un actor social clave para el futuro, la juventud.

El joven argentino vive agobiado. Busca descansar en la ficción, busca algo nuevo, algo totalmente desafiante, revolucionario. Sabe lo que quiere, pero no sabe cómo lograrlo. Ese actor clave está completamente adormecido por el mundo contemporáneo: TikTok, las redes sociales, los videojuegos… la propia sociedad atrofia el músculo crítico. Ya no se cuestiona: quiere todo servido en la mesa. Pobre de aquel que no busca lo real.


Este tipo de sentimiento es el ethos de la época. La clase política ha dejado de abordar su obligación: la educación, la seguridad y el derecho al futuro.


¿Acaso un joven puede proyectar un futuro en un país donde se mata por robar un par de zapatillas? ¿Dónde el presidente comete una estafa pública, como en el caso de Libra? ¿Dónde Caputo vuelve a hacer de las suyas con el FMI? ¿Dónde Bullrich le pega a los jubilados?


Soy consciente de que hay gente que defiende a este gobierno, pero aún más consciente soy cuando digo: “pobres de aquellos”, porque esa gran mayoría son, en realidad, grandes víctimas de la historia.


Todo este tipo de situaciones son el caldo de cultivo para una sociedad reaccionaria: los algoritmos, operando como un tipo de condicionamiento operante, generan zonas comunes de opinión.


El problema filosófico es el siguiente: ¿Cómo podemos ser autónomos y pensar por nosotros mismos, cuando los algoritmos me recomiendan siempre lo mismo?


Llamaré “zonas comunes de opinión” a aquellos lugares cibernéticos donde las personas —o bots— opinan. En estas zonas, por ejemplo en las cajas de comentarios, se genera un clima de pensamiento único.


El pensamiento está muriendo. El gran valor metafísico del siglo XXI lo están matando. La economía está matando a la ciencia.


Hay un fenómeno histórico que postularé: una categoría que nos ayudará a pensar el problema de este siglo y los problemas futuros. Las “zonas comunes de opinión” vienen de la mano con un fenómeno propio de la estructura del sistema capitalista. A este problema estructural lo llamaré “aporía estructural”.


Nos remontaremos brevemente a los diálogos socráticos para explicar la noción de aporía .

Platón nos presenta a Sócrates como un gran pensador que se cuestionaba todo, incluso las mismas “cosas”. Sócrates, a través de la mayéutica, interpelaba a sus interlocutores con preguntas como: ¿Qué es el bien? ¿Qué es lo bello? ¿Qué es la justicia? Siempre formulaba preguntas del tipo: ¿Qué es X?


Los interlocutores, generalmente, respondían con ejemplos de casos particulares. Sócrates cuestionaba que tales cosas fueran el Bien en sí. En ese momento, el interlocutor era interpelado en sí mismo, porque para Sócrates no había separación entre los argumentos y las personas. Él buscaba curar el alma y disipar la ignorancia.


Por lo tanto, en la maniobra socrática de preguntar por las esencias de las cosas, el interlocutor caía en la aporía , es decir, en la duda.



Aporía significa , en griego , “sin salida” es decir, un problema sin solución. Si bien podría considerarse como una paradoja, para ser más claro, deberíamos entenderla como una especie de contradicción: un problema que no tiene resolución aparente.


Por otro lado, tenemos el concepto clave de estructura , una noción muy propia de la sociología, en la cual contienen las instituciones, las relaciones sociales, el sistema económico y todo tipo de agencia pública.


Ya analizado las nociones de aporía y estructura, podemos hablar de la aporía estructural.

La aporía estructural se refiere a las contradicciones , paradojas y problemas de un sistema que entra en tensión permanente entre distintos marcos teóricos —ya sean políticos, éticos, económicos, etc.

En el caso de la juventud, nos enfrentamos a un gran enigma. Bajo la aporía estructural , se tensionan dos nociones distintas: por un lado, la que plantea el abandono del Estado nacional, proponiendo un libertinaje extremo sometido a las pasiones de la codicia; y por otro lado, aquella que pretende dejar todo igual y mantener el statu quo.


Considero que el peronismo debe superar esta aporía estructural . No puede ser indiferente al mundo contemporáneo que se avecina. El problema de la robótica, el transhumanismo, el narcotráfico, el crimen, las redes sociales y otras cuestiones emergen con fuerza y ​​amenazan directamente al género humano.


Como posible solución al caso de la juventud, propongo la educación —pero no cualquier educación, sino una nueva, enfocada en la realidad del siglo XXI.


Esta transformación debe darse tanto en el ámbito público como en el de la militancia.

Por ejemplo, un cambio duro y potente en la educación pública, en el cual operen ideas profundamente nacionalistas: marcos teóricos construidos por nuestros propios compatriotas.

Por el lado de la militancia, este cambio deberá ser sometido a un debate entre los distintos sectores: gremios, organizaciones sociales y los cuadros políticos.


Porque esta época nos exige unión, acción y reflexión. Para superar esta aporía estructural , debemos pensar en cómo neutralizamos las “zonas comunes de opinión”. Estas zonas afectan profundamente a la juventud; Este gran actor social solo será libre si le enseñamos a utilizar su propia facultad racional. Básicamente, a través de la educación, podrás cultivar el libre pensamiento.


En el lado de la militancia, pensamos en el General Perón, cuando habla acerca del traspaso generacional. El "fuego" de los ideales y su antorcha deben ser pasados ​​a la juventud, y este gran actor social deberá adaptar esa antorcha a su tiempo actual.


Conclusión: Existen dos frentes fundamentales para enfrentar los desafíos actuales: la educación pública y la educación militante. Ambas deben repensarse profundamente y orientarse hacia la comprensión y superación de la aporía estructural.


Tipos de problemas a superar:


  • Las redes sociales y las “zonas comunes de opinión”.


  • El problema de la autonomía y el uso de pensamiento en la juventud.


  • Opinión pública.


  • Colonialismo en el plano de las ideas.


  • El campo económico tiene sometido al campo intelectual.

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