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Florencia Carignano denuncia la paralización de Acindar y acusa al modelo de Milei de “fundir la industria argentina”

  • Foto del escritor: Nahuel Hidalgo
    Nahuel Hidalgo
  • 29 jul
  • 4 Min. de lectura

Mientras la inflación desacelera en las estadísticas oficiales y el Gobierno Nacional proclama los beneficios de la “libertad económica”, en los márgenes productivos del país, la realidad cuenta otra historia. Acindar, la principal acería del país ubicada en Villa Constitución, paralizó parte de su producción desde el 26 de julio y mantendrá la suspensión de actividades hasta el 4 de agosto. Cerca de 500 trabajadores han sido suspendidos, y el escenario que enfrentan no es una anomalía estacional, sino la evidencia estructural de un modelo que está desangrando a la industria argentina.


La empresa —que aún opera con un solo horno— acumula un excedente mensual estimado de entre 15.000 y 20.000 toneladas de acero sin destino en el mercado interno. La razón: no hay demanda. La construcción está paralizada, las obras públicas desaparecieron y el acero argentino, sin competitividad ante importaciones de Brasil y China, se oxida antes de ser utilizado.


Esta interrupción no es la primera. A principios de año, Acindar y la UOM local habían acordado un régimen de suspensiones rotativas, que ya afectaba a más de 900 operarios. Pero el parate actual va más allá de lo previsible. No se trata de ajustar la producción a una baja temporal, sino de una señal alarmante sobre el rumbo del aparato productivo del país.

“No hay consumo. No hay obras. No hay producción. Y lo más grave: no hay reacción del Estado”, advirtió un delegado de la UOM de Villa Constitución que prefirió mantenerse en el anonimato.

Desregulación y consecuencias


La parálisis de Acindar no puede entenderse sin enmarcarla en la política de desregulación promovida por el presidente Javier Milei, con apoyo legislativo de sectores del radicalismo, como el gobernador de Santa Fe, Maximiliano Pullaro. Desde diciembre de 2023, la obra pública fue virtualmente eliminada, generando un efecto dominó que afecta a toda la cadena industrial: del acero a la albañilería, de la maquinaria pesada al empleo informal.


Las cifras lo respaldan. En 2023, Acindar había producido cerca de 1,2 millones de toneladas de acero. En 2024, la cifra cayó a 600 mil toneladas, un desplome del 50 %. La tendencia en 2025 no se ha revertido. Las suspensiones y la sobreproducción no son un problema de eficiencia, sino de modelo económico.


La política de apertura importadora, sumada al retiro del Estado de su rol como promotor de la demanda interna, ha dejado a la industria nacional desprotegida. El acero importado, más barato pero no necesariamente mejor, se impone en un mercado sin arbitraje estatal. Y el mercado interno, en recesión, no demanda ni lo uno ni lo otro.


El lado humano del ajuste


El impacto más palpable es social. Más de 500 trabajadores suspendidos durante diez días recibirán apenas el 75 % de su salario. Aunque conservarán los adicionales por turnicidad, la pérdida real es significativa. Y detrás de cada operario hay una familia, un barrio, una economía local.


“La planta está en silencio. Verla así es como ver un corazón que dejó de latir”, expresó Silvio Acosta, secretario general de la UOM Villa Constitución, en declaraciones recientes.

La crisis también alcanza a los contratistas, trabajadores tercerizados y PyMEs proveedoras de la acería. Para una ciudad que fue históricamente modelada por los turnos de la fábrica y la sirena que marcaba el ritmo diario, el cierre temporal es mucho más que un dato económico: es una herida cultural.


El silencio institucional


Lo más llamativo es la ausencia de una respuesta oficial. Ni el Ministerio de Producción ni la Secretaría de Industria se han pronunciado públicamente. Tampoco hubo comunicados del Gobierno de Santa Fe, cuya política se presenta alineada con el Ejecutivo nacional. La situación en Villa Constitución —una ciudad que en las elecciones de 2023 optó por candidatos de Pullaro— ilustra cómo la fragmentación de los intereses productivos puede volverse contra las propias bases electorales del oficialismo.


Mientras tanto, los grandes medios —más concentrados en la volatilidad del dólar o los cruces en redes sociales entre funcionarios— han ignorado deliberadamente el tema. El apagón informativo no es casual: interpelar esta crisis significaría poner en duda el corazón del relato gubernamental sobre el éxito de su modelo económico.


¿Un síntoma o una señal?


La situación de Acindar no es un hecho aislado. El parate productivo recorre otros sectores industriales: metalmecánica, construcción, calzado, electrodomésticos. Pero lo que ocurre en Villa Constitución tiene un valor simbólico: es el termómetro del acero argentino. Cuando Acindar se detiene, algo profundo se resquebraja en la narrativa de una economía que, según el Gobierno, "se está ordenando".


Este conflicto pone al descubierto una pregunta clave para el futuro del país: ¿Puede sobrevivir una industria sin política industrial? ¿Puede una nación sostener su soberanía productiva si renuncia a planificar su desarrollo?


En las próximas semanas, se espera que los sindicatos redoblen sus reclamos y que la discusión gane espacio en la arena legislativa. Si en octubre las urnas reflejan una demanda social de cambio, la historia reciente demostrará que no fue solo por ideología, sino por la necesidad urgente de volver a poner en marcha la rueda del trabajo.


Porque mientras las estadísticas digan que “la inflación baja”, el acero, la industria y el empleo argentino están paralizados. Y nadie puede vivir del silencio.

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