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Malvinas: el silencio cómplice y la entrega silenciosa de la soberanía

  • Foto del escritor: Nahuel Hidalgo
    Nahuel Hidalgo
  • 2 nov
  • 2 Min. de lectura

Por Nahuel Hidalgo


El ruido de los misiles Sky Sabre británicos sobre nuestras Islas Malvinas debería estremecer la conciencia nacional. Pero en Buenos Aires reina un silencio ensordecedor, más elocuente que cualquier declaración diplomática. Mientras el Reino Unido convierte el Atlántico Sur en su patio de pruebas militares, el gobierno argentino mira para otro lado, hipnotizado por sus nuevas alianzas geopolíticas.


La Defensa Nacional en estado de abandono


Lo que el Reino Unido ha desplegado no es un simple sistema antiaéreo. El Sky Sabre con sus 500 km de alcance es un instrumento de dominación territorial que convierte las Islas Malvinas en una base militar de proyección estratégica. Controla no solo el espacio aéreo insular sino también las rutas marítimas hacia la Antártida y los accesos a nuestros recursos naturales. Mientras tanto, la Fuerza Aérea Argentina no cuenta con aviones de combate supersónicos operativos, y nuestra capacidad de vigilancia marítima depende de tecnología que en muchos casos merece ser exhibida en museos.


Esta asimetría no es casual: es el resultado de décadas de desinversión en Defensa Nacional, agravada ahora por una visión que parece considerar la soberanía como un obstáculo para la inserción internacional.


El Patriotismo como Bandera Abandonada


Hay un término que brilla por su ausencia en el vocabulario oficial actual: patriotismo.

Mientras desde el peronismo nos aferramos a la Cláusula Transitoria Primera de la Constitución como un mantra (como dice Agustina Propato), el gobierno practica un realismo que raya en la claudicación. La causa Malvinas, que durante dos siglos unió a argentinos de todas las ideologías, se ha convertido en moneda de cambio geopolítico.


El mensaje que llega a Londres es claro: Argentina ha dejado de ser un actor molesto en el tablero del Atlántico Sur. Nuestro silencio ante la militarización británica se interpreta como aquiescencia, nuestro alineamiento automático con Occidente como una renuncia tácita a la disputa de soberanía.


La soberanía se ejerce o se pierde


La soberanía no es un concepto abstracto que se defiende en discursos del 2 de abril. Se ejerce con presencia, con capacidad disuasiva, con diplomacia inteligente. Hoy estamos perdiendo en los tres frentes:


  • Militarmente: La brecha tecnológica nos convierte en espectadores de nuestra propia derrota estratégica.

  • Diplomáticamente: Nuestro mensaje se diluye en contradicciones entre la retórica soberana y la práctica alineación con el ocupante.

  • Políticamente: La causa Malvinas se banaliza, convertida en herramienta de disputa doméstica en lugar de política de Estado.


Conclusión: La Hora de la verdad


Las luces del Sky Sabre iluminan una cruda realidad: o recomponemos urgentemente el consenso soberano y reconstruimos una estrategia creíble de Defensa Nacional, o asistiremos a la lenta pero irreversible normalización de la pérdida definitiva de nuestro territorio austral.


El patriotismo no se mide en banderas flameando en actos escolares, sino en la capacidad de una nación para defender lo que le pertenece por historia y por derecho. Hoy, esa capacidad está en su punto más bajo, y el silencio oficial ante esta realidad resulta tan grave como la ocupación misma.


La pregunta que flota en el aire es más penetrante que cualquier misil: ¿Estamos asistiendo a la rendición silenciosa de la soberanía argentina?


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