La vuelta de los fantasmas del desguace ferroviario
- Nahuel Hidalgo
- 30 oct 2024
- 2 Min. de lectura
En una triste repetición de nuestra historia reciente, el último tren de pasajeros partió de Pehuajó, 9 de Julio y Carlos Casares, poniendo fin a un servicio esencial que mantenía conectadas estas comunidades con la capital, Buenos Aires. Este corte no es solo la suspensión de un medio de transporte; es la reaparición de aquellos fantasmas que conocimos durante los años de desguace ferroviario en los noventa, bajo la égida de Carlos Menem y su modelo neoliberal, que desarticuló gran parte de nuestra infraestructura ferroviaria en aras de la “eficiencia” y el ajuste.

La situación es aún más dolorosa si se considera que en 9 de Julio, el 64% de los votantes apoyó al gobierno que ahora decide suspender este servicio vital. Los vecinos de este pueblo y de otros que quedaron sin tren no solo ven una promesa incumplida, sino una traición a sus necesidades y aspiraciones de desarrollo. En la última década, el retorno de los trenes devolvió a estos pueblos más que un simple medio de transporte: fue una reconexión con la identidad y la integración.
Alexis Guerrera, exministro de Transporte, recordó los enormes esfuerzos invertidos en reparar vías, renovar estaciones y recuperar los sueños de miles de vecinos. Este trabajo dio frutos en 2022 cuando, tras siete años de abandono, se restableció la línea hasta Pehuajó, trayendo con ella oportunidades de trabajo, comercio y reunificación familiar. Pero nuevamente el tren se detiene. Trenes Argentinos argumenta que la suspensión se debe a la baja demanda, altos costos y cuestiones de seguridad. Sin embargo, ¿qué hay de la seguridad y la conexión de estos pueblos que ahora quedan aislados geográficamente?

La Multisectorial Pehuajó, expresó la preocupación de sus habitantes: la pérdida del tren implica algo más profundo que la desaparición de un medio de transporte. Se traduce en despidos, menos opciones de movilidad, y un mayor aislamiento que, con la desregulación del transporte, ni siquiera garantiza que los colectivos sigan ingresando a las terminales de estos pueblos.
Cada corte de servicio es una señal de retroceso, una vuelta a políticas que priorizan el balance de cuentas a corto plazo sobre el desarrollo integral de las comunidades. Frente a la estación de Pehuajó, entre lágrimas y palabras de resistencia, la gente se reunió con la esperanza de que esta suspensión no sea definitiva y de que no se repitan los errores del pasado. Laa casta no son los trabajadores ni los estudiantes que usan el tren para ver a sus familias, sino las decisiones que los dejan atrás.
En el recuerdo de quienes hoy despiden el tren en la estación, esta el eco de los años de desguace ferroviario. Debemos resistir y seguir luchando, tal como ellos lo hacen en las vías, para que el tren vuelva y que estos pueblos no sean una estación más en el desmantelamiento del país.

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